Apropiarse del pantalón, reivindicar la minifalda y atreverse a enseñar el cuerpo con transparencias o biquini han sido algunas de los grandes triunfos de la lucha por los derechos de la mujer.

La revolución del vestir, no es un invento de diseñadores, es el arma utilizada por las mujeres para derribar normas y estereotipos que encasillan su existencia.

Laura Castelló asegura que el cambio sustancial en la vestimenta ha sido siempre “cosa de mujeres rebeldes y valientes que a base de golpes sobre la mesa, han hecho que la moda femenina cambie”. 

La primera gran batalla ganada a la desigualdad fue el acceso al pantalón. Lo explica Christine Bard en su ensayo La historia política del pantalón donde recuerda que estaba prohibido su uso a las mujeres ¡por ley! y que incorporarlo en el día a día supuso no solo un desafío al dominio masculino sino también un paso decidido hacia el deporte y la salud en clave femenina.

En el punto intermedio de ese pantalón ‘de hombres’ y las faldas para las mujeres  el siglo XX proporcionó la falda pantalón y en el de la asunción definitiva de que quien lleva los pantalones no es solo el hombre , el smoking, se ha convertido en una pieza clave de la elegancia para todos. Pero sobre todo una muestra elevada de empoderamiento femenino.

Con la ropa por delante, lucharon por el feminismo igual que las modernísimas swinging (bailaban con los Beatles en minifaldas de estampados psicodélicos), las hippies que nunca quemaron sus sujetadores aunque se liberaron de ellos o las body positivity de ahora despojadas de todo complejo.

Nombres propios como Coco Chanel vestía y fumaba, cuando le apetecía, como un hombre, Vivienne Westwood punk contestatario o ahora Maria Grazia Chiuri que en su primer desfile de 2016 ya dejó inscrito en una polera que Todos deberíamos ser feministas.