Antes de la pandemia de covid ya se advertía de una epidemia de aislamiento que perjudicaba el bienestar físico y la esperanza de vida. Durante dos años no viste a tus amigos como acostumbrabas. Extrañaste a tus compañeros de trabajo, incluso al señor de la tienda que veías de camino a la oficina. Literalmente todos estabamos aislados.

Hace tres décadas, las mayores amenazas para la salud en las personas, especificmente en jovenes  eran el consumo de alcohol en exceso, la conducción bajo los efectos de alcohol o drogas, los embarazos en la adolescencia, el tabaquismo y las drogas ilícitas. Hoy en día son la ansiedad, la depresión, el suicidio, las autolesiones y otros trastornos mentales graves

El cerebro humano registra la soledad como una amenaza. Los centros neuronales que vigilan el peligro, entre ellos la amígdala, se activan de manera exagerada, provocando la liberación de las hormonas del estrés. El ritmo cardiaco aumenta, la presión arterial y el nivel de azúcar en la sangre se incrementan para proporcionar energía en caso de que la necesites. El cuerpo produce más células inflamatorias para reparar los daños en los tejidos y evitar las infecciones, y genera menos anticuerpos para combatir los virus. Inconscientemente, empiezas a ver a los demás un poco más como posibles amenazas y menos como amigos. Y en un giro cruel, tus medidas de protección para aislarte del coronavirus en realidad pueden hacerte menos resistente a él, o menos receptivo a la vacuna, porque tienes menos anticuerpos para combatirlo.

La soledad, como la definen los profesionales de la salud mental, es una brecha entre el nivel de conexión que deseas y el que tienes. No es lo mismo que el aislamiento social, que está codificado en las ciencias sociales como una medida de los contactos de una persona. La soledad es un sentimiento subjetivo. Las personas pueden tener mucho contacto y aun así sentirse solas, o estar perfectamente satisfechas cuando están por su cuenta. En pequeñas dosis, la soledad es como el hambre o la sed, una señal saludable de que te falta algo y debes buscar lo que necesitas. Pero si se prolonga más tiempo, la soledad puede ser perjudicial no solo para la salud mental, sino también para la salud física.

Estar solo, como otras formas de estrés, aumenta el riesgo de padecer trastornos emocionales como depresión, ansiedad y abuso de sustancias. De manera menos obvia, también pone a las personas en mayor riesgo de sufrir dolencias físicas que parecen no estar relacionadas, como enfermedades cardiacas, cáncer, derrames cerebrales, hipertensión, demencia y muerte prematura.

Un estudio interesante

Turhan Canli, profesor de Neurociencia Integradora en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, se preguntó si había un gen que se activaba o desactivaba cuando una persona se sentía sola. Investigadores anteriores habían demostrado que la soledad, al igual que otras formas de estrés, estaba asociada con la depresión, la inflamación, el deterioro cognitivo y las enfermedades del corazón. ¿Pero de qué modo? ¿Qué caminos se abrían o cerraban cuando las personas estaban solas, qué genes se activaban o desactivaban? A través de un proyecto de Memoria y Envejecimiento que se realizó en  la Universidad Rush en Chicago, se piudieron obtener tejidos de los cerebros de adultos mayores que en sus últimos años habían respondido preguntas sobre sus niveles de soledad. Su análisis proporcionó una idea de la naturaleza física y celular de la soledad. Encontró claras diferencias entre los cerebros de personas solitarias y no solitarias. En las personas solitarias, algunos genes que promueven la proliferación de células cancerosas estaban más activados, mientras que los genes que regulan la inflamación estaban desactivados.

“Encontramos cientos de genes que se expresaban de forma diferente según el grado de soledad de estas personas, estos genes estaban asociados con el cáncer, la inflamación, las enfermedades cardíacas, así como con la función cognitiva”. Explicó el profesor de Neurociencia Turhan Canli.

He aquí una paradoja: la gente está más conectada que nunca a través de los teléfonos, las redes sociales, Zoom y demás y, sin embargo, la soledad sigue en aumento. Entre los más conectados digitalmente, los adolescentes y los adultos jóvenes, la soledad casi duplicó su prevalencia entre 2012 y 2018, algo que coincide con la explosión del uso de las redes sociales. Hace cuatro años, el gobierno británico nombró a una ministra de la Soledad para enfrentar la creciente preocupación del público. Una ciudad instaló bancos “Happy to Chat (Feliz de charlar)”, con carteles que decían frases de apoyo invitando a la gente a hablar con personas, el modelo resultó popular y se extendió por toda Inglaterra, Canadá y Polonia.

¿Qué puedes hacer para ayudar con la salud mental?

En muchas maneras lo mejor que puedes hacer por alguien que se siente solo no es darle ayuda, sino pedirle ayuda. Así les das un sentido de valía y una oportunidad de ser altruistas. Aunque recibamos los mejores cuidados, seguimos sintiéndonos solos si no podemos dar algo a cambio. Los cuidados son muy valiosos, pero no son suficientes

Los expertos dicen que hay hábitos clave para promover la salud física y mental. El sueño es vital. Los jóvenes, cuyos cerebros están en desarrollo, necesitan entre ocho y diez horas de sueño. La falta de sueño puede interferir con su desarrollo, perjudicar dramáticamente su estado de ánimo y su capacidad de aprender. La actividad física también es clave para el bienestar mental y físico.